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VALERIA ROMÁN Y LUIS CAPPOZZO, AUTORES DE DARWIN 2.0


‘FALTA UN DEBATE SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA EVOLUCIÓN’


HÉROE, GENIO, PRÓCER DE LA CIENCIA, DARWIN ES UN PERSONAJE INAGOTABLE, TANTO COMO LOS LIBROS QUE SE CENTRAN EN ÉL. SU VIDA Y SUS IDEAS, AÚN NO COMPLETAMENTE PROCESADAS POR TODOS.

Pese a ser la vicepresidenta de la Federación Mundial de Periodistas Científicos y una de las divulgadoras más leídas del país, Valeria Román mantiene intacta su capacidad de asombro, aquella reacción-reflejo tan instintiva e inocente frente a lo fantástico y frente a la naturaleza. Y se nota cada vez que da una charla, cada vez que comparte un café y, últimamente, cada vez que cae sobre la mesa el nombre de una de las figuras más admiradas y homenajeadas de la historia de la humanidad: Charles Darwin, que este año tiene festejo doble: el 12 de febrero se cumplieron 200 años de su nacimiento y ahora, en noviembre, se celebra un siglo y medio de la publicación de su obra magna, El origen de las especies.

“Darwin es uno de los personajes que aún sigue despertando tanta controversia porque se metió con algo muy íntimo de los seres humanos: quiénes somos”, piensa y cuenta esta chacabuquense y voz científica del diario Clarín a la hora de comentar el detrás de escena de su primer libro, Darwin 2.0: la teoría de la evolución en el siglo XXI (Editorial Marea), escrito junto a Luis Cappozzo, biólogo marino y especialista en lobos marinos del Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”.

–¿Cómo surgió esta radiografía al pensamiento darwininano?
VR: –Hace rato que quería escribir un libro de divulgación científica, pero no encontraba un tema que me volviera loca. Siempre tuve más predilección por temas de biología, salud, genética, biotecnología. En abril de 2007, fui a la Conferencia Mundial de Periodismo Científico en Australia y de repente anunciaron que la próxima sede iba a ser Londres por obvias razones: porque en 2009 se cumplían –se cumplen– 200 años del nacimiento de Darwin y 150 de la publicación de su gran libro. Y cuando escuché eso se me prendió la lamparita. Ahí mismo empecé a pensar cómo hacerlo. Y no se me ocurrió mejor idea que escribirlo con Luis, con quien chateo seguido y nos encontramos seguido a tomar algún café y a hablar de ciencia. Al toque me respondió que sí.

–De Darwin, su vida, teoría y viajes se escribieron miles de libros. ¿Fue eso un problema?
LC: –Más bien fue un gran desafío: escribirlo de un modo diferente.

–Darwin 2.0 es un “libro periodístico”, cargado con testimonios de científicos locales. ¿Fue pensado a propósito?
VR: –Sí, queríamos que fuera más ligero y fácil de leer para un público que no está acostumbrado a este tipo de temas. La editorial lo veía como un tema del pasado y tuvimos que argumentarle fuertemente que Darwin es un tema bien del presente. El error es creer que la teoría de la evolución se formuló en el siglo XIX y quedó ahí. Pero no: durante 150 años recibió un tendal de actualizaciones y se sigue trabajando con ella como marco general para investigar la evolución de las aves, dinosaurios, poblaciones, incluso en el estudio de los piojos. Además, está el hecho de que recién ahora muchos se están dando cuenta de que los lugares que inspiraron a Darwin en su pensamiento están en la Argentina. Recién ahora están saliendo papers sobre los barrancos de Bahía Blanca.

–Las “primeras Galápagos” de Darwin.
VR: –Sí. Aún en la actualidad, la teoría de la evolución no se enseña bien en las escuelas, en la Argentina, Latinoamérica y Estados Unidos.

¡VIVA LA EVOLUCIÓN!

–¿Cuánto tiene de militancia y de divulgación este libro?
LC: –Hay una militancia, pero pasa más bien por intentar explicar en un lenguaje sencillo y accesible para cualquier espíritu curioso por qué Darwin y su trabajo fueron y son tan importantes, desde las actualizaciones de la teoría de la evolución a los poderes en juego, las cuestiones políticas o religiosas. La militancia está por mantener lo que corresponde al ámbito de la ciencia en –justamente– el ámbito de la ciencia. Porque hacer una aproximación a estos temas desde otro ángulo siempre lleva a tergiversaciones, errores, confusiones. Por ejemplo: cualquier persona que se acerque a la teoría de la evolución podrá comprender que hay cosas que no se discuten porque hay un montón de evidencia científica que desde Darwin para acá está contrastada. Nadie puede decir “yo creo que la teoría de la evolución” porque no es una cuestión de creencia, de fe. Está la evidencia científica. Los aportes que siguieron a Darwin no debilitaron la estructura básica de su teoría: la fortalecieron.

–Es decir que no es como una religión a la que se puede adherir o no.
LC: –Claro. No se puede hacer una aproximación al campo científico desde una perspectiva religiosa. La ciencia tiene sus herramientas. La palabra teoría en el ámbito científico no tiene el mismo sentido que en una charla de café.

–De eso se valen mucho los creacionistas y los defensores de la “teoría” del diseño inteligente, neocreacionistas y fundamentalistas religiosos natos que sostienen que detrás del universo hay un arquitecto, un diseñador.
LC: –Estas confusiones hasta terminológicas, además, hablan de deficiencias de la enseñanza. Poner al diseño inteligente al mismo nivel que la teoría de la evolución como una opción para la enseñanza pública es incongruente.

LA PERSISTENCIA DEL ERROR

–¿Cuáles son las principales confusiones en torno al pensamiento darwiniano?
VR: –Son muchas. Uno de los disparadores en cuanto a los contenidos del libro también fueron las discusiones que se dieron en mi blog, Ensayo y error (Weblogs.clarin.com/ensayo-y-error). Ahí, en los comentarios, palpamos bien de cerca los malentendidos, las concepciones erradas que tiene aún mucha gente, incluso personas con títulos universitarios: la idea de la existencia de un “eslabón perdido”, “la supervivencia del más apto”, o que “descendemos de los monos”, frases que nunca pronunció Darwin y que se anclaron en el sentido común. Yo pensaba que en la Argentina no había posturas creacionistas a ultranza como las hay en Estados Unidos. Y el blog me hizo darme cuenta de que, lamentablemente, existen.

–Uno de los temas que tocan con mayor profundidad es el de la enseñanza de la evolución en la Argentina. ¿Cómo la ven?
VR: –Hay varios obstáculos. En América Latina en general se enseña poco. De hecho, en Salta, el año pasado, se sancionó una ley que permite la enseñanza de religión en escuelas públicas. La enseñanza de la evolución es un tema tabú.

–O sea, hay que incentivar el debate.
VR: –Absolutamente. Por eso, en vez de presentar una vez y en un lugar el libro decidimos cambiar y hacer una presentación itinerante por todo el país para también promover un debate sobre la enseñanza de la evolución en la Argentina, que falta. Ya lo presentamos en nueve ciudades.

–¿En todo esto no hay un riesgo también de convertir a Darwin en un santo?
VR: –Siempre está ese riesgo. No sé si nosotros logramos un equilibrio. Sabemos que Darwin no fue ningún santo ni un héroe sin mancha. Fue un hombre de su tiempo. Darwin concibió su teoría, elaboró sus ideas en un contexto histórico y social determinado. De ahí que las acusaciones de “racista” no tengan mucha consistencia.

–¿Y qué les impresiona de él particularmente?
LC: –A mí, como científico, me impresiona cómo sus ideas y conceptos básicos siguen siendo válidos 150 años después de haber sido formulados. Eso sólo lo convierte en un “mortal diferente”, independientemente del tipo de persona que haya sido.
VR: –Darwin, obviamente, no era una persona perfecta. Una de las cosas que me fascina de él es la capacidad que tenía para trabajar en muchos y distintos campos a la vez: podía investigar sobre arrecifes de coral, orquídeas, fósiles, expresiones faciales, barrancos.

–Un hombre renacentista en plena era victoriana. A todo esto, ¿qué científico actual es el Darwin del siglo XXI?
VR: –No lo hay. Las ciencias, actualmente, están hiperespecializadas: genetistas, biólogos moleculares, paleontólogos, botánicos, antropólogos y muchos más. Los científicos actuales no pueden abarcar tantos temas como lo hizo Darwin.

–¿Y qué concepto de evolución cree que tiene el común de las personas?
VR: –Una imagen muy teleológica, creo, que se evoluciona hacia una dirección. Que va a lo superior, lo progresivo y siempre hacia lo positivo. Es una visión muy aristotélica. Cuando, en realidad, Darwin sostenía que la evolución era un proceso ciego sin una dirección.

–¿Y qué no les gusta de Darwin?
VR: –Me hubiera gustado que pusiera en cuestión su postura colonialista, pero ése fue su contexto. Me generó mucha admiración su viaje y el hecho de haber tenido mucha paciencia y constancia. Sabía que estaba descubriendo algo importante. Necesitaba acumular evidencia. Se tomó un montón de años para investigarlo.
LC: –Es difícil ponerse en abogado del diablo. No sé si hay algo que no me gusta de él. Lo que sé es que a Darwin no le gustaba mucho la controversia. Incluso decidió no contestarles públicamente a los que lo criticaban. Y eso es algo de lo que muchas personas deberían aprender.

Por Federico Kukso
Fuente: Crítica
Más información: http://www.criticadigital.com/
Enviado por Gacemail - TEA imagen

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